Siendo honesto no puedo dar la fecha exacta en la que ocurrió que dejé de creer en el DF. Quizá fue el momento en el que aceptamos que dejaran de llamarle DF y le dijeran CDMX. Y que le montaran esas cuatro letras a todo lo que pudieran. Gotham en negritas con fondo rosa. Con el mensaje vacío, pero con las letras bien claras.

Quizá fue después. Quizá fue cuando las ONGs en las que en algún momento creí no se pronunciaron cuando el gobierno anunció que se gastaría 6500 millones de pesos en unos puentes y un túnel para coches. A pesar de que durante toda la campaña y en todo el discurso de planes de desarrollo se decía que en esta administración no habría megaobras y se impulsaría el “transporte sustentable” (véase CortoCircuito) .

La fecha exacta da igual. El caso es que hemos ido en picada y simplemente no encuentro cómo se recupera uno de tan tremenda caída del espíritu. El gobierno, con oficinas de innovación y 072 y una autoridad del espacio público y una secretaría de movilidad no puede siquiera pensar en un una manera digna para arreglar una avenida principal (véase toda la conversación sobre #NoShopultepec #SíChapultepec), debe regalar los miles de metros cuadrados de superficie a desarrolladores inmobiliarios que sobre ciudad conocen lo mismo que de escrúpulos para venderle a políticos: nada.

Y eso ya está bastante mal. Digamos: es incongruente. Pero me parece una burla tremenda lo que ha ocurrido en los últimos días en donde el gobierno, junto con esas ONGs en las que creía, se han puesto a jugar al activismo en lugar de cuestionarse si las políticas públicas que han planteado son útiles, si realmente se está dando la prioridad que se planteaba o si esos 6,500 millones (que en realidad se acercan más a 10,000, pero por narrativa lo dejaremos ahí) se podrían haber usado de manera distinta. El dr. MAME no ubica la diferencia entre un coche y otros modos de transporte.

El día de hoy se proyecta en el zócalo una película donde se cuestiona el esquema en el que se han construido las ciudades y se plantea empezar a pensar en la bicicleta como herramienta de cambio para celebrar el día mundial sin auto. El alcalde del DF lo celebra subiéndose a un coche eléctrico.

Pero digamos que no es su culpa, parecería que todo estamos jugando el mismo juego: da igual una cosa que la otra, un segundo piso peatonal o para coches. Una oficina de innovación de gobierno que juega al activismo o una ong que no cuestiona a gobierno. La incongruencia da igual. Si se llama DF o CDMX da igual. Da igual porque yo ya no creo en nada.